Breve análisis de las controversias ASG

El concepto de ASG engloba todos aquellos riesgos de eventos ambientales, sociales y de gobierno corporativo que de producirse pueden afectar a grupos de interés y provocar quebrantos a los tenedores de deuda y capital de las corporaciones.

Desde su aparición, hace unos 20 años, y apalancado por una impresionante demanda de los ciudadanos del mundo, ha habido un creciente apetito por la comunidad de negocios por la promoción de estos criterios de inversión y la generación de productos financieros ASG y consecuentemente de las organizaciones por mostrarse cuidadosas con el medio ambiente y con sus empleados y clientes. Sin embargo esto no significa consenso unánime o que no existan críticas y controversias en torno a este concepto.

La crítica más obvia y verosímil se refiere al comportamiento oportunista de aquellos actores económicos que aprovechando la demanda creciente de productos reales o financieros verdes o sostenibles "engañan" a la población etiquetando a sus productos con ese carácter cuando no lo son. Esta práctica denominada “Greenwashing” existe y le resta legitimidad a aquellos que han encarado un comportamiento sustentable verdadero. Lo que se espera es que poco a poco esta práctica desaparezca por la fuerza de los hechos, pues la necesidad del planeta de una actividad económica sostenible es innegable y en definitiva es imposible engañar a todos todo el tiempo.

En segundo lugar la oposición más fuerte y por ahora incontrastable está dirigida al corazón y origen del concepto de sostenibilidad. Los defensores de ASG sostienen que el deterioro del medio ambiente que se observa actualmente sería consecuencia de la actividad humana, particularmente del cambio climático derivado de la quema de combustibles fósiles. A su vez los negacionistas de este cambio del clima, que es innegable y que produce enormes desastres en todo el mundo, alegan que este cambio es la consecuencia del devenir de la naturaleza de la Tierra que ha sufrido estas transformaciones desde hace 4.600 millones de años, lo cual no deja de ser cierto pero también lo es que la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmosfera este produciendo un calentamiento global que se traduce en el cambio del clima, lo cual está avalado prácticamente por la totalidad de la comunidad científica.

Además el argumento de los negacionistas está bajo intensa sospecha pues lo sostienen empresas y organizaciones que tienen mucho para perder o de políticos vinculados con ellas y que no están dispuestos a asumir los costos de popularidad que implican los cambios que se requieren para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

Mas aun, recientemente y como consecuencia de la salida de la pandemia de Covid 19 y de la guerra en Ucrania que incrementó fuertemente el precio de los combustibles fósiles, se produjo una disminución del entusiasmo por activos ASG y también de las medidas de los gobiernos destinadas a la transición energética para evitar la depresión económica sobreviniente.

En este caso existe una suerte de miopía de los agentes económicos que cambian sus opiniones mirando el corto plazo cuando la mitigación de los cambios en el clima requiere una visión de largo plazo, pues algunos gases de efecto invernadero se estacionan en la atmosfera por cientos de años y por tanto se debe actuar en el presente para no afectar a las generaciones futuras.

Una tercera critica es que no hay homogeneidad en las metodologías para definir los eventos ASG ni como medir su impacto. Existe una gran subjetividad en la definición de los indicadores y aun de la interpretación de estos. Hay casi tantos criterios de medición como agencias calificadoras y, aun cuando hubo avances significativos recientes, no existen criterios de medición homogéneos, universalmente aceptados y fiscalizados por una autoridad central, lo cual difiere de lo que sucede en el mercado de bonos y créditos, en el que las calificadoras de riesgo tienen criterios de medición muy parecidos, aunque la notación sea diferente.

Mas allá de estas críticas lo cierto es que las circunstancias ambientales actuales de contaminación de espejos de agua dulce y de los mares, la destrucción de la biodiversidad y el aumento de fenómenos climáticos destructivos, como los mega incendios, los huracanes y las sequías, son hechos absolutamente inocultables y la presión ciudadana, sobre todo en los países más afectados por los fenómenos extremos, están llevando a los reguladores a imponer restricciones y sanciones a comportamientos incompatibles con una producción y consumo sostenibles.

No obstante todas críticas, lo cierto es que los recursos de la Tierra son finitos y no pueden aguantar una explotación irracional para una población que está proyectada en unos 10.000 millones de habitantes para el año 2050 y que, más allá de lo que ocurra con los criterios ASG, el ánimo y la visión que les dio origen siguen tan vigentes como antes.